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La iluminación en los estadios de fútbol

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La electricidad, esa fuente de energía que marca nuestras vidas, ya sea para lo cotidiano o para llevar actividades deportivas en el ámbito nocturno. Como es el fútbol y sus partidos de competición internacional o nacional jugados bajo los potentes focos de los estadios, los cuales podemos contemplar a kilómetros de distancia.

Visto tal y como lo vemos parece algo intrínseco, pero no siempre fue así. Para llegar hasta hoy la iluminación en los estadios de fútbol experimentó una evolución a través de los tiempos mediante las siguientes fuentes de energía: lámparas de gas, lámparas de vapor de mercurio, lámparas de vapor de sodio y luces LED.

Lámparas de gas

Fueron la principal forma de iluminación de los campos de fútbol durante muchos años. Las primeras lámparas de gas se introdujeron en la década de 1870, convirtiéndose en una forma de iluminación al principio del siglo XX. Era un primer avance. Sin embargo, estas fuentes eran insuficientes para dotar de luz a todo el campo. Los jugadores no veían la pelota con claridad y los árbitros también tenían problemas para detectar las infracciones. Por otro lado, las lámparas eran peligrosas porque a menudo se producían incendios como consecuencia de las fugas de gas.

Lámparas de vapor de mercurio

Alternativa a las lámparas de gas en los años 50. Producían mucha luz, tenían una larga vida útil y requerían poco mantenimiento. A medida que la tecnología avanzó, se introdujeron mejoras en las lámparas de vapor de mercurio, lo que mejoró su eficiencia energética y redujo los costes de funcionamiento.

Iluminaron grandes áreas de los campos de fútbol, a diferencia de las de gas, por lo que permitieron una mejor adecuación para jugar por la noche. Las lámparas de vapor de mercurio se convirtieron en la forma común de iluminación en los años 60 y 70.

Fueron utilizadas en estadios tan importantes como el Azteca de México, que albergó dos finales de la Copa del Mundo en 1950 (Brasil 4-1 Italia) y en 1986 (Argentina 3-2 Alemania Federal). Por otro lado, George Best, el Balón de Oro de 1968, comentó que le apasionaba jugar los partidos por la noche porque la iluminación desprendía una especie de magia que daba al fútbol una atmósfera especial.

Hoy en día, las lámparas de vapor de mercurio han sido reemplazadas en gran medida por las lámparas de vapor de sodio y de LED, que son más eficientes y tienen un impacto medio ambiental menor. Sin embargo, las de vapor de mercurio siguen sido utilizadas en algunos recintos deportivos

Lámparas de vapor de sodio

Comenzaron a utilizarse a partir de los años 70, aunque sus primeras versiones no tenían la eficiencia que las actuales. Se convirtieron en una forma popular de iluminación a partir de la década de los 90, cuando se introdujeron las correspondientes mejoras.

Una de sus grandes ventajas es que emiten una luz muy brillante y uniforme, lo que las hace ideales para iluminar estadios y otros recintos deportivos. Además, son eficientes en términos de energía, tienen una larga vida útil y requieren de poco mantenimiento. Sin embargo, tienen un tiempo de calentamiento largo (varios minutos para que alcancen el brillo completo después de encenderlas) y pueden afectar a la visión de los jugadores y espectadores debido a su luz amarilla. A pesar de ello, siguen siendo una forma popular de iluminación en los estadios.

Luces LED

La opción más popular. La tecnología LED es ampliamente utilizada en los estadios de fútbol de todo el mundo. Empezó a usarse en 2010, aunque su uso se ha expandido de manera notoria en la actualidad.

Ofrecen una calidad superior en comparación con los anteriores sistemas de iluminación, lo que lleva a una clara mejoría del fútbol como espectáculo nocturno. Proporcionan una iluminación más uniforme y sin sombras, lo que mejora la visibilidad de los jugadores y los espectadores. Pueden ser programadas para ajustar la intensidad y el color de la luz según las necesidades del partido.

La rápida adopción de las luces LED se debe a su eficiencia energética y su larga vida útil, lo que permite ahorrar en costes de energía y mantenimiento a largo plazo. También tienen una menor producción de calor, que reduce la carga en los sistemas de aire acondicionado, y promueven la reducción de las emisiones de dióxido de carbono.