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Nuestras casas: protagonistas del cambio hacia una mayor eficiencia energética

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Nuestra casa es el lugar en el que más tiempo pasamos, y desde que el covid llegó a nuestras vidas quizás hemos sido más conscientes que nunca de que debía tener unas condiciones que garantice el descanso, el bienestar y la calidad de vida.

Pero… ¿de qué depende este bienestar? Está claro que de muchos factores, y mientras que algunos de ellos obvios, otros son ‘invisibles’… y son precisamente éstos los que más influyen en nuestra calidad de vida.

Utilizar materiales sostenibles, o sistemas con los que conseguir una mayor eficiencia energética son un ejemplo de los cambios en casa que más pueden mejorar nuestra calidad de vida. Pero, ¿tenemos una buena calidad de vida en nuestros hogares?

Según el informe anual que realiza Cuida Tu Casa, en 2020 la nota general que dieron los españoles a sus viviendas es de un 6,8. Puede parecer una buena valoración, aunque hay que tener en cuenta que se trata de una percepción subjetiva: por ejemplo, si en mi casa escucho mucho ruido de los vecinos o de la calle, siempre que éste no supere cierto umbral, nos terminamos acostumbrando al mismo y por tanto, tendemos a adaptarnos a convivir con estas molestias hasta el punto de ‘integrarlas’ en nuestro día a día. Es decir, que aunque el ruido nos esté afectando negativamente, muchas veces no somos conscientes o lo obviamos.

Solemos ser muy conformistas con todo lo que tiene que ver con el hogar y, por eso, al valorar distintos aspectos de nuestras casas, muchas veces el estado ‘objetivo’ de nuestra vivienda será peor que nuestro grado subjetivo de bienestar.

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¿Qué factores son los peor valorados de nuestras casas?

El confort acústico: los ruidos de vecinos, de la calle o de las propias instalaciones (tuberías, etc) sos uno de los aspectos más molestos de las casas españolas. Este punto se podría solucionar con reformas como aislamiento de la envolvente o instalando aislamiento acústico en las ventanas, en el caso del ruido proveniente del exterior; si se trata de ruidos de los propios vecinos o de otras habitaciones de la misma casa, la solución pasa por instalar material aislante en muros internos, aislamiento de tuberías o instalar placas de cartón-yeso en los tabiques de separación.

El confort térmico: las consecuencias de tener unas ventanas mal selladas o no disponer de aislamiento en los muros por la edad de nuestro edificio, por ejemplo, pueden hacer que pasemos frío o calor y que nuestra factura de la luz o el gas se incremente considerablemente. Mejorando los cerramientos se puede lograr una considerable mejora: por ejemplo, revisando los sellados, sustituyendo los vidrios simples por dobles e instalando ventanas con rotura de puente térmico.

Ergonomía: se trata de la capacidad de adaptar lel mobiliario y el resto de elementos de cada espacio a las necesidades de las personas, así que tiene todo el sentido del mundo que ahora se dé especial importancia a este aspecto, dado que el teletrabajo se está convirtiendo en una opción cada vez más habitual.

¿Y los mejor valorados?

En el otro lado de la balanza, el confort lumínico, la accesibilidad y el ahorro energético son las categorías a las que mejor nota dan los españoles. Pero incluso en estas áreas aun queda mucho margen para la mejora. Por ejemplo, en temas relacionados con la eficiencia energética, aún podemos reducir mucho más el impacto de nuestras acciones en el medio ambiente y mejorar al mismo tiempo nuestra economía personal, sin olvidar el confort que nos puede generar.

Debemos estudiar la eficiencia de los sistemas de cada vivienda, para ver en qué puntos se puede mejorar para sacar mayor provecho y evitar despilfarros sin perder el confort en casa.

Pequeños cambios en aspectos como la iluminación, el aislamiento, o la presión y utilización del agua pueden suponer un gran cambio para el medio ambiente y para nuestro bolsillo.