Ahorrar en luz y en gas
No hay ninguna razón para no ahorrar en estos suministros de luz y gas. La calidad no se ve en absoluto alterada pues el suministro siempre se realiza igual con la misma calidad dado que la distribuidora es siempre la misma con independencia de con quien contratemos el suministro. Por tanto si existe una comercializadora que compra la energía a la distribuidora y es capaz de ofrecernos mejor oferta que otras no hay ninguna razón de sentido común para no aceptarla y tomar la decisión de cambiarnos a la comercializadora con mejor oferta.
Hasta muy reciente fecha no había posibilidad de elegir por lo que había que someterse a los precios que la empresa con el monopolio de la zona ofreciera. Con la liberalización del sector de electricidad y gasista impulsada por Europa las leyes españolas han ido cambiando y las empresas si bien hacen todo lo posible por defenderse del perjuicio que les puede ocasionar la liberalización, poco a poco tendrán que acostumbrarse.
El consumidor doméstico español también tiene que preocuparse y acostumbrarse a esta liberalización que lo único que le puede reportar es beneficio, ahorro en el gasto de esta partida que además es básica pues no se puede prescindir de la energía como de otros bienes de consumo
La costumbre, el desconocimiento unido a la escasa oferta interesante han conformado el que pese a la liberalización el 93% de la población siga teniendo contratado estos servicios básicos con la empresa tradicional de la zona. Y eso pese a ser cada vez más caros. Los precios antes de impuestos de la electricidad en España están entre los más altos de Europa, solo superados en el segmento doméstico por Malta y Chipre. En el industrial ocupamos el quinto lugar.
Los españoles como consumidores estamos descontentos. La U.E. hace regularmente encuestas sobre la satisfacción de los consumidores europeos sobre treinta servicios básicos. Los españoles situamos a la electricidad en el puesto 29 mientras que en Europa se sitúa en el 25. Las eléctricas recibieron en 2011 un millón de reclamaciones y 32 millones de consultas. Esto indica la confusión enorme que padece el consumidor respecto a sus derechos.
En consecuencia los ciudadanos españoles debemos informarnos de nuestros derechos, ver las ofertas más ventajosas, olvidarnos de la empresa que tradicionalmente ha suministrado la zona en que vivimos y ejercer como un ciudadano informado seleccionando la mejor oferta que nos permita ahorrar presionando a nuestros gobernantes para que tomen las medidas para que exista una verdadera competencia como exigen las normas europeas.